La crítica de la crítica

Seamos honestos: nos encanta criticar. Las redes sociales nos han aportado muchísimas cosas positivas, desde la agilidad de las noticias hasta la interacción con ese famoso al que antes sólo le insultábamos a través de la pantalla del televisor. Pero también nos ha traído la era de la burla, el desahogo y el sabelotodismo; es decir, la crítica sin barreras. La opinión de todos viaja a la velocidad de la luz a través de gorjeos descontrolados. Son las saladas pisadas que no dejan que la hierba vuelva a crecer allá por donde pasan. El óxido que lo deteriora todo a su paso, sin criterio ni remordimientos.

El estreno de una película de La Guerra de las Galaxias siempre es un acontecimiento único, marcado a rojo fuego en el calendario de cualquier persona que creciera anhelando montarse en el Halcón Milenario, derribar un caza TIE o cerrar la puerta del baño usando la Fuerza. Con mayúscula. Palomitas, camiseta de los soldados de asalto imperiales y el móvil en ‘modo avión’ dispuesto a disfrutar una vez más de un producto que lleva más tiempo conmigo que el DNI o el graduado escolar. Una vez acabada la película tienes una sensación de abandono que nada tiene que ver con la calidad de la misma. Es parte de un cosmos, de una religión interplanetaria de la que no cuestionas sus métodos. Podrían decorar un cortacutículas con el cromado de R2-D2 y yo lo compraría.

Pero llega el momento. Maldito Internet. Ahora resulta que si te gusta una película -en este caso, aunque es aplicable a obras de teatro, libros o cómics- es que no has entendido nada. Para ser reconocido como un excelso cinéfilo y poder presumir de ello en Twitter, debes poner a parir cualquier producto nacido en este milenio. En el caso de una película, si haces una comparación peyorativa con respecto a otras antiguas consigues un plus de sapiencia y reconocimiento. Si hablas de las insulsas actuaciones de afamados actores con respecto a entregas precedentes, otro punto. Y si te espanta el doblaje y prefieres la versión en iraní subtitulada en dothraki, premio máximo. Todo un glosario de opiniones negativas, críticas degradantes y tediosas expresiones para justificar una enorme pérdida de tiempo. Así funciona la crítica, remunerada o no, actual.

Pues miren, aún existen los románticos que manejan una escala algo más amplia que el binomio de moda, obra maestra/castaña. Puede que no estemos ante la Edad de Oro del cine norteamericano y europeo y que, probablemente, dentro de veinte o treinta años no recordemos las películas de estas dos primeras décadas del nuevo milenio como recordamos Casablanca o Lo que el viento se llevó (esas películas que, por supuesto, todo el mundo ha visto y son una muestra exquisita de lo que busca cualquier persona que paga por ver la tercera entrega de Thor). Pero aún existen esos a los que se le eriza el vello con la simple aparición de la palabra «Lucasfilm» en un áureo tono verdoso. De vez en cuando hay personas que acuden a las salas de cine a dejarse encandilar por una banda sonora bien conseguida, ejemplo de lo nuevo y lo de siempre, lo que no falla. Gente que huye del maniqueísmo entre bien y mal, pero que no deja de percibir el conflicto entre la luz y la oscuridad que, a fin de cuentas, hay en todos nosotros.

Cada uno paga su entrada y opina lo que le viene en gana, faltaría más, pero no convirtamos en moda degenerativa el acoso y derribo de todo lo nuevo, sin más intención que difamar a golpe de retuit. Y en las salas de cine, en la medida de lo posible, despójense del hábito crítico y de la predisposición a terminar defraudados. Yo, de la forma más subjetiva posible, les aseguro que se disfruta más.

 

Publicado por Daniel Espejo

Pienso, luego escribo. No soy bueno en lo que hago, ni especial; tampoco pretendo serlo.

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